miércoles, 28 de febrero de 2018

La noche que yo quiero la pasaba yo en tus ojos

Puse ese título porque puse en aleatorio a Miguel Bosé y la canción que salió dijo esa frase. Y es linda. La canción está penca si, pero le voy a dar una oportunidad.

No. La cambié. Puse Mantarraya.

Me molesta mucho ser tan autorreferente para escribir. Es como que tomo un lápiz, o inicio la escritura en el computador, e inmediatamente me vuelco hacia mí. Me pasa esto, me da susto tal, me da pena tal cosa, hice esto. Yo, yo, yo. He intentado escribir sobre temas; hablar de algo que, finalmente, yo estoy pensando, pero explicarlo sin tanta parafernalia mía. Evitar los verbos en primera persona. Y si eso ya me es difícil, escribir en tercera persona es algo que jamás hago. Porque ¿qué voy a decir?¿inventar algo, supongo? Me confunde.

Cuando niña escribía mucho en ese estilo. Me gustaba inventar historias. Una de mis metas era (quizás aún lo sea, pero ya no la veo tan posible) escribir un libro. Inicié decenas de historias. Algunas avanzaron bastante, hasta 40 hojas. Escribí sobre una chica famosa que huía de su casa, de una genio en una lámpara, de personas que vivían en base a ciertos colores o se des-energizaban. Y muchas otras que a veces encuentro ordenando mi pieza, y me sorprende haber tenido tales ocurrencias. También escribía en diarios de vida. De esos si que escribí montones; llené cuadernos. Lo dejé de lado muchos años, y actualmente estoy tratando de volver a ellos.

Recuerdo que ni siquiera contaba todo lo que quería en el diario. Nunca conté si me gustaba un niño, por ejemplo. Para mí siempre fue un tema complicado que me gustara alguien más. Eran mis mejor guardados secretos; ni mis amigas, ni mis papás, ni mis escritos sabían si me atraía alguien. Es más; ni yo misma muchas veces lo aceptaba. Yo sabía que me gustaba, era una seguridad que estaba ahí, en algún rinconcito de mi mente, y que se manifestaba cuando el chico en cuestión me hablaba y mi estómago se revolvía, pero no era algo en que yo pensara. Si me gustaba, okay, esperemos a que se me pase. Ahora lo pienso y me pregunto qué me llevó a tener esa actitud hacia aquellos temas. Para mí era innombrable aceptar que me gustaba alguien. Mi cabeza estaba en negación constante hacia ese sentimiento tan natural. ¡Y en mis diarios de vida no les nombraba siquiera!¿Quién más que yo leía eso, por qué no podía siquiera expresarlo ahí?

Como sea.

¿El enamoramiento es algo común o de difícil ocurrencia? He escuchado las dos posturas. Quienes afirman que pasa constantemente; enamorarse en el bus, en la calle, enamorarse repentinamente de un amigo/a, de alguien a quien se admira, a alguien que se ama mucho. Y que así como viene, se va. La persona se baja del bus y se te mini rompe el corazón, y en unos minutos ya sólo es un recuerdo. Otros dicen que el enamoramiento es excepcional. Que pasa pocas veces en la vida, y cuando ocurre se sabe que está pasando. No hay experiencia igual. Que de pronto te das cuenta de que estás enamorado, y todo cambia; la forma en que se ve al mundo, como nos vemos a nosotros mismos. Cuesta enamorarse (en el sentido que no es algo automático, sino que requiere una interacción, un mínimo conocimiento del otro) y también cuesta des-enamorarse.

Yo me he enamorado una sola vez en la vida. Antes de esa vez, me gustó alguien. Pero no estaba enamorada. Y si quisiera delimitar la diferencia entre ambas experiencias creo no poder hacerlo; son demasiadas cosas distintas difíciles de definir. Pero creo que una de las mayores diferencias es que al estar enamorada hay una cuasi necesidad del otro. No en el sentido tóxico y dependiente, sino en el sentido de que la persona que amas te aporta algo, te entrega algo que si bien no es imprescindible, llegas a pensar que lo es. Pues es un sentimiento tan bello que, si bien sabes que puedes vivir sin él, no quieres. Pienso, además, que enamorarse plenamente necesita una reciprocidad. Claramente uno puede enamorarse de alguien que no te corresponde, pero el sentimiento resultante de ello no es tan grandísimo como es el enamoramiento mutuo, pues en este último hay dos explosiones, dos enamoramientos que se unen y se potencias. Si uno se enamora unilateralmente, por muy sincero que sea el amor entregado y sentido, una persona no es capaz de amar por los dos. Si así fuera no existirían todos los problemas de no correspondencia que existen.

Mejor puse a Silvio. Él es insuperable.

Y ahora a Niño cohete.

Y Silvio nuevamente.


Ando como hormiguita por tu espalda 
ando por la quebrada dulce de la seda 
vengo de las alturas de tus nalgas 
hacia el oro que se derrama y se me enreda. 

Tú te vuelves pidiendo el cielo 
apuntando a la luz con flores 
y como lazarillos son los sabores 
en tu jardín de anhelos.











lunes, 26 de febrero de 2018

estar

Era en Ensenada. Una amiga que conocía el sur me decía, cada vez que viajaba para allá, que fuera a Ensenada. Fui a tantas partes lindas allá en el sur que una más o una menos no eran tan relevantes. Siempre quería conocer más y más, independiente dónde, se llamara Ensenada o Cochamó o Tenglo o lo que fuera.

Hasta que un día fuimos. El viaje fue precioso. Había verde y azul en todos lados. El día estaba lindo así que además hacía calor. En todo el camino saqué muchísimas fotos. No podía decidirme entre el volcán Calbuco y el Osorno, y luego apareció uno detrás de este último; el Puntiagudo. Todos merecían fotos, pero ninguna lograba capturarlo. Menos aún con el auto en movimiento.

Llegamos a un camping lo más cerca del volcán Osorno que pudimos. Solo debíamos caminar unos metros para llegar directamente al lago Llanquihue. Apurados, armamos la carpa (primera vez que armaba una), ordenamos un poco todo y partimos al agua.

Llegamos. Era una playa pequeña, con solo unas cuantas familias, arena oscura y algo de viento. Pero el sol estaba "pegando" fuerte así que el viento no te hacía enfriar. Y ahí estaba. Sentía que podía tocarlo de lo cerca que estaba. El volcán Osorno justo frente a mí, sin ningún edificio, cable o elemento humano entremedio. Éramos solo nosotros, el lago y el volcán.

No esperé para entrar al agua. Los primeros pasos fueron sobre piedras, pero a medida que me adentré, poco a poco las piedras pasaron a ser pequeñas rocas, y finalmente arena. Y realmente era increíble estar viviendo eso. Nunca, jamás en mis 20 años yo había sido más feliz. Me reí. "¿Qué pasa, por qué te ríes?". "Porque estoy feliz. Mira esto. No puedo creer estar en un lugar así".

Realmente estaba exultante de felicidad. No me faltaba nada en aquel momento. Y no es que el lugar fuera bello solamente. He estado en muchos lugares bellos antes que no me habían logrado transmitir eso. Lo especial, lo emocionante de estar ahí parada (flotando) era sentir que yo era parte de eso. No estaba en un mirador viendo algo lindo, no estaba sacando fotos, no era una mera observadora. Yo me fundía con el agua, que estaba a una temperatura que no me permitía sentir frío. Nadaba, sentía el leve  oleaje, veía el volcán en frente mío, enorme e imponente como no he visto jamás otra cosa, y solo podía reírme de lo que estaba pasando. Y nadar, nadar, meterme bajo el agua, aguantar la respiración, saltar con las olitas que venían hacia mí. Es lo más lindo que he sentido en mi vida. No tengo palabras para explicar lo maravilloso que fue ese momento. Lo agradable del viento en mi cuerpo que, sin embargo, no era frío. El sol que calentaba pero no quemaba porque era tarde, como las seis. El agua que estaba fría para refrescar de ese calor, pero no lo suficiente para querer salirse del agua. La arena suave bajo mis pies. Y el volcán al lado tuyo. Con la persona que yo más amaba (amo, aún) en la vida, abrazada y riéndonos. Y yo estaba. Simplemente estuve ahí. Nada más importaba excepto ese momento y esa sensación y yo siendo parte de ese cuadro y ese momento. Nunca había sentido algo como eso. 

martes, 20 de febrero de 2018

todos somos feministas

No. No es tan simple. No basta con que digas "los hombres deben tener los mismos derechos que las mujeres". No. Esas imágenes que dicen que basta con querer igualdad para ser feminista. No, no, no. De se por eso, toda la sociedad (exceptuando algunos casos particulares que reconocen su machismo a viva voz) sería feminista. Que fácil, ¿no?¿cómo no nos dimos cuenta antes? Viva el feminismo, viva la igualdad, viva.

No.

Y no es que haya que saber la teoría -necesariamente- para ser feminista. No es que tengas que haber leído a Simone, a Judith Butler, a Emma Goldstein, a Dworkin o Millett para ser feminista. Si bien  el feminismo es en definición una postura académica, es también un movimiento social, político. La teoría no es nada sin práctica. Yo no abogo por la academización. Creo que insistir en la academia es una extrema simplificación para algo tan amplio como el feminismo. La doctora en género de la universidad de Yale puede tener menos clara la praxis feminista que una mujer sin estudios que participa en un colectivo.

Más bien, me molesta la trivialización del término. Me molesta que todos se adjudiquen el adjetivo de feminista. Independiente de todo lo demás. No, amiga, si estás en contra del aborto, no eres feminista. No, si piensas que no debería existir matrimonio igualitario, no eres feminista. No, si te parece que la biblia es un libro válido, amigo/a, no eres, de ninguna forma, feminista.

Hay que delimitar conceptos. No es que uno deba calzar exactamente en un molde para poder llamarse de tal y cual forma. No es que haya gente "más feminista" que otra, o que yo me crea con el poder de decir quién es o no feminista. No va por ese lado. Todo movimiento, partido político, religión, escuela filosófica, tiene necesariamente una definición y, por tanto, una delimitación. Un cristiano no es ateo porque los límites son lejanos y no se cruzan. Un conservador no es feminista porque, al igual que en el caso cristiano-ateo, los límites no tienen espacios comunes.

No es un molde, es una delimitación, que puede ser difusa y flexible, porque somos seres humanos, y vamos mutando, somos dinámicos, y no es posible que nos ajustemos a un concepto como lo haría un objeto inerte. Un refrigerador jamás va a exceder los límites de su definición. Nosotros lo hacemos constantemente. ¿Se llama eso inconsecuencia? No sé si haya que ser tan drástico. Digamos, mejor, que somos seres humanos, y que no nos atenemos a definiciones porque nuestra naturaleza misma lo impide. Pero ¿qué tan lejos podemos llevar eso? Porque debe haber un punto en que la naturaleza misma no nos excusa. "Hola, soy de derecha, pero creo en la socialización de los medios de producción": no tiene sentido.

"Hola, creo que la homosexualidad es una desviación, pero soy feminista". No.
"Estoy a favor de que el hombre sea la cabeza de la familia, en un ambiente sano, y soy feminista" No.
"La biblia es uno de mis libros guía, y soy feminista". No o o o.

No somos todos feministas. Basta de ese discurso.